El Hereje.
Miguel Delibes.
Premio Nacional de narrativa 1999.
Ediciones
destino. 2001. Barcelona.
Valladolid.
En los meses
mayo y junio de 1998 estuve de visita en
España, en la ciudad de Valladolid. Fue una estadía muy agradable, que me dejó recuerdos imborrables. Como profesor
visitante del Departamento de Matemáticas de su prestigiosa Universidad, debía
cumplir con mis obligaciones académicas, pero tuve tiempo suficiente para
conocer bien el entorno: pasear por sus calles antiguas llenas de historia,
visitar el museo de madera policromada, sentarme a disfrutar un buen vino en la
plaza mayor rodeada de fachadas porticadas y hablar con la gente. El recio
paisaje de la meseta castellana, me atraía mucho. Expresa soledad y nostalgia
del pasado, con sus infinitos campos de trigo donde la vista se pierde en el horizonte plano y monótono,
apenas perturbado por la interrupción de la torre de algún misterioso castillo.
El Hereje
Justo en ese año
de 1988, el escritor Miguel Delibes publica su Novela El Hereje. Una novela histórica, de 498 páginas, ambientada en el
siglo XVI, muy bien documentada y
considerada lo mejor de su producción. Su última novela, escrita a los 72 años.
Confieso que no sabía nada de este escritor vallisoletano, nacido en 1920.
A través de las
peripecias vitales y espirituales de Cipriano Salcedo, Delibes traza con mano
maestra un vivísimo retrato del Valladolid de la época de Carlos V, de sus
gentes, sus costumbres y sus paisajes. En 1517, Martín Lutero fijó sus noventa
y cinco tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg,
hecho que desencadenaría el cisma de la Iglesia católica y la Reforma
protestante. Ese mismo año nació en la villa de Valladolid el hijo de don
Bernardo Salcedo y doña Catalina Bustamante, bautizado como Cipriano.
En tiempos de
convulsiones políticas y religiosas, esa coincidencia de fechas marcaría
fatalmente su destino. Huérfano desde su nacimiento y falto del amor del padre,
Cipriano contó, sin embargo, con el afecto de su nodriza Minervina, una
relación que le sería arrebatada y que le perseguiría el resto de su vida.
Convertido en próspero comerciante, se puso en contacto con las corrientes
protestantes que, de manera clandestina, empezaban a introducirse en la
Península. Pero la difusión de ese movimiento fue progresivamente censurada por
el Santo Oficio.
El hereje es
ante todo una indagación en las relaciones humanas en toda su complejidad; un
canto apasionado a la tolerancia y la libertad de conciencia. Es también la
historia de unos hombres y mujeres de carne y hueso en lucha consigo mismos y
con el mundo que les tocó vivir; una novela inolvidable sobre las pasiones
humanas y los resortes que las mueven.
Delibes es un
gran narrador que mantiene el interés del lector en todo momento, con un estilo
literario fácil de seguir. Construye un
personaje central como lo es Cipriano Salcedo, bastante humano en cuanto debe
soportar situaciones difíciles y retos que le plantea la vida de los cuales
sale fortalecido.
Introducción.
Delibes es un
gran escritor que orienta a sus lectores desde el comienzo. Coloca un par de
mapas en las dos primeras páginas de la Provincia de Valladolid donde trascurren
los acontecimientos. Además comienza la historia con una introducción en donde
explica el problema religioso de las 95 tesis de Lutero y la célula clandestina
de Valladolid.
La Reina del
Páramo.
El matrimonio de Cipriano Salcedo y su vida conyugal
ocupan una buena parte de la novela, con algunos episodios de mucha
voluptuosidad, que le dan un toque especial. Ella quiere salir embarazada y el
hombre es impotente. Luchan durante años para que ella salga preñada pero fracasan. Ella enloquece y muere.
Al final Delibes mata el interés de Cipriano por la felicidad terrenal y se
refugia en la religión. Es como otra novela dentro de la novela, narrada por
otro escritor más moderno y audaz.
Una mujer bella,
blanca y bastante grande es la esposa de Cipriano. Una mujer del páramo,
campesina y bien alimentada, acostumbrada a las rudas faenas de esquilmar
ovejas. Contrasta con la figura pequeña, flaca y peluda de su esposo.
Cipriano Salcedo se disponía a salir cuando entró en la sala la Reina del Páramo, una muchacha alta, pelirroja, fuerte, vestida al uso de las campesinas de la región: saya corta con faldilla debajo y mangas con papos a la moda antigua. Hacía ruido al andar con las galochas que calzaba. A don Segundo Centeno se le avivó el semblante: aquí tiene vuesa merced a mi hija Teodomira, la Reina del Páramo por mejor nombre —dijo.
Pero lo que más sorprendió a Salcedo fue la palidez de su carne, especialmente extraña en una mujer campesina; un rostro blanco, no cerúleo, sino de mármol como el de una estatua antigua. No había sombra de vello en aquella cara y las cejas eran muy finas, casi inexistentes. Con el cabello caoba, resaltaban sus pestañas sombreando unos ojos vivaces, de color miel. La muchacha se movía airosamente a pesar de su volumen…
No hay comentarios:
Publicar un comentario