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sábado, 8 de abril de 2017

El Hereje.

El Hereje.
Miguel Delibes. Premio Nacional de narrativa 1999.
Ediciones destino. 2001. Barcelona.

Valladolid.
En los meses mayo y junio de 1998 estuve de  visita en España, en la ciudad de Valladolid. Fue una estadía muy agradable, que me  dejó recuerdos imborrables. Como profesor visitante del Departamento de Matemáticas de su prestigiosa Universidad, debía cumplir con mis obligaciones académicas, pero tuve tiempo suficiente para conocer bien el entorno: pasear por sus calles antiguas llenas de historia, visitar el museo de madera policromada, sentarme a disfrutar un buen vino en la plaza mayor rodeada de fachadas porticadas y hablar con la gente. El recio paisaje de la meseta castellana, me atraía mucho. Expresa soledad y nostalgia del pasado, con sus infinitos campos de trigo donde la vista se  pierde en el horizonte plano y monótono, apenas perturbado por la interrupción de la torre de algún misterioso castillo.


El Hereje
Justo en ese año de 1988, el escritor Miguel Delibes publica su Novela El Hereje. Una novela histórica, de 498 páginas, ambientada en el siglo XVI,  muy bien documentada y considerada lo mejor de su producción. Su última novela, escrita a los 72 años. Confieso que no sabía nada de este escritor vallisoletano, nacido en  1920.
A través de las peripecias vitales y espirituales de Cipriano Salcedo, Delibes traza con mano maestra un vivísimo retrato del Valladolid de la época de Carlos V, de sus gentes, sus costumbres y sus paisajes. En 1517, Martín Lutero fijó sus noventa y cinco tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg, hecho que desencadenaría el cisma de la Iglesia católica y la Reforma protestante. Ese mismo año nació en la villa de Valladolid el hijo de don Bernardo Salcedo y doña Catalina Bustamante, bautizado como Cipriano.
En tiempos de convulsiones políticas y religiosas, esa coincidencia de fechas marcaría fatalmente su destino. Huérfano desde su nacimiento y falto del amor del padre, Cipriano contó, sin embargo, con el afecto de su nodriza Minervina, una relación que le sería arrebatada y que le perseguiría el resto de su vida. Convertido en próspero comerciante, se puso en contacto con las corrientes protestantes que, de manera clandestina, empezaban a introducirse en la Península. Pero la difusión de ese movimiento fue progresivamente censurada por el Santo Oficio.
El hereje es ante todo una indagación en las relaciones humanas en toda su complejidad; un canto apasionado a la tolerancia y la libertad de conciencia. Es también la historia de unos hombres y mujeres de carne y hueso en lucha consigo mismos y con el mundo que les tocó vivir; una novela inolvidable sobre las pasiones humanas y los resortes que las mueven.
Delibes es un gran narrador que mantiene el interés del lector en todo momento, con un estilo literario fácil de seguir.  Construye un personaje central como lo es Cipriano Salcedo, bastante humano en cuanto debe soportar situaciones difíciles y retos que le plantea la vida de los cuales sale fortalecido.

Introducción.
Delibes es un gran escritor que orienta a sus lectores desde el comienzo. Coloca un par de mapas en las dos primeras páginas de la Provincia de Valladolid donde trascurren los acontecimientos. Además comienza la historia con una introducción en donde explica el problema religioso de las 95 tesis de Lutero y la célula clandestina de Valladolid.

La Reina del Páramo.
El  matrimonio de Cipriano Salcedo y su vida conyugal ocupan una buena parte de la novela, con algunos episodios de mucha voluptuosidad, que le dan un toque especial. Ella quiere salir embarazada y el hombre es impotente. Luchan durante años para que ella salga  preñada pero fracasan. Ella enloquece y muere. Al final Delibes mata el interés de Cipriano por la felicidad terrenal y se refugia en la religión. Es como otra novela dentro de la novela, narrada por otro escritor más moderno y audaz.
Una mujer bella, blanca y bastante grande es la esposa de Cipriano. Una mujer del páramo, campesina y bien alimentada, acostumbrada a las rudas faenas de esquilmar ovejas. Contrasta con la figura pequeña, flaca y peluda de su esposo.
Cipriano Salcedo se disponía a salir cuando entró en la sala la Reina del Páramo, una muchacha alta, pelirroja, fuerte, vestida al uso de las campesinas de la región: saya corta con faldilla debajo y mangas con papos a la moda antigua. Hacía ruido al andar con las galochas que calzaba. A don Segundo Centeno se le avivó el semblante: aquí tiene vuesa merced a mi hija Teodomira, la Reina del Páramo por mejor nombre —dijo.
Pero lo que más sorprendió a Salcedo fue la palidez de su carne, especialmente extraña en una mujer campesina; un rostro blanco, no cerúleo, sino de mármol como el de una estatua antigua. No había sombra de vello en aquella cara y las cejas eran muy finas, casi inexistentes. Con el cabello caoba, resaltaban sus pestañas sombreando unos ojos vivaces, de color miel. La muchacha se movía airosamente a pesar de su volumen…


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