lunes, 3 de noviembre de 2025

EXpediente abieto. Capítulo XVII

 

En la boca del lobo.

Una semana después las cosas no andaban muy bien para Fer. En verdad no sería justo decir que las cosas estaban mal del todo, pues, aparte del resfriado que lo tuvo en cama un par de días. En aquellos días sucedían era una serie de cambios imprevistos en su rutina de vida, a los cuales no estaba acostumbrado y lo hacían sentir algo incómodo. Su trabajo de investigación sobre los números primos avanzaba muy bien. Dos colegas expertos en Teoría de Números de la Universidad de Kazastan estaban colaborando y se abrían buenas perspectivas, pues de aquel problema difícil de resolver surgieron otros tres problemas menores que se podían atacar fácilmente y generar algunas publicaciones Por otro lado la vida familiar era un desastre , pues por algún vecino, se entero su esposa Luisa de que tenía un affaire con una mujer joven. La relación en pareja era algo incómoda. Fer dormía en un sofá en la sala y comía por fuera de casa, lo cual le trajo serias molestias estomacales. En las noches tenía pesadillas de acosos por parte de la justicia. Se sentía atrapado en una red de relaciones muy toxicas que lo mantenían ocupado con rumores y chismes inquietantes. Pensaba que el final de todo estaba pronto por llegar y entonces volvería a ser feliz.

Necesitaba publicar algo para tener méritos suficientes para subir en el escalafón de profesor. Su situación económica no era muy buena. Había perdido todos sus ahorros con la quiebra de los bancos el año anterior. La crisis bancaria de 1994 dejó a toda la clase media en la ruina. Con el sueldo apenas tenía lo suficiente para comer, pagar el préstamo inmobiliario y atender a su familia. Cambiar de carro era imposible y el pequeño Renault ya empezaba a darle problemas. Estaba pensando seriamente en conseguir un segundo empleo o dar clases particulares de matemáticas para ayudarse.

En cuanto al caso del plagio de Alido, éste había tomado un giro inesperado. El asunto pasó de ser un simple problema interno de un departamento, hasta salirse de su cauce natural, crecer como la espuma y encumbrarse en los más altos niveles de la administración, llegando afectar a varias personas entre ellas a Fer. Se decía en los corrillos que Fer había tomado la carta de Alido, entrando de manera furtiva en su cubículo Por supuesto que todos estos eran chismes de secretarias pero siempre cuando se discutía el caso en algún Concejo, por alguna razón misteriosa mencionaban su nombre. Inclusive el Grupo K, lo estaba estudiando de cerca. A veces se le aproximaban sus amigos en el trabajo y le hacían preguntas de manera disimulada para obtener alguna confesión. La amenaza de abrir un expediente pesaba como una pared sobre sus hombros.

-Es mejor estar en la boca del lobo y no en boca del Grupo K- pensaba con temor Fer.

Una mañana fue convocado en una comunicación, entregada en su cubiculo por un ordenanza vestido de azul, a un Consejo Universitario. Se presentó temprano en el majestuoso edificio gris granito de altos ventanales de estilo renacentista que ocupaba toda una mazana en la Calle Bolívar. Al traspasar el umbral la vista era imponente. Unos bellos jardines de setos de hojas verdes relucientes que formaban cuadrados y triangulos bastante simétricos con flores exóticas en su interior conducían hacia la entrada a otras estancias. En la parte central una plazoleta presidida por la estatua del fundador de la Universidad, dominaba la mirada desde su pedestal. Al pie de una escalera lo atendieron unas chicas de protocolo de uniforme rojo y blanco. Lo fueron escoltando hacia los pisos superiores en un largo pasillo de techo alto y con grandes arcadas por donde penetraba la luz matinal. Había mucha gente sentada en una larga fila de bancas de madera de roble. Algunos mostraban caras de sueño. Otros leian la prensa. Se notaba que llevaban muchas horas o quizás días esperando por las caras de disgusto y mal afeitadas. Había un anciano jorobado con lentes oscuros que golpeaba el suelo con su bastón dejado poco margen para caminar.

-¿Quienes son esas personas?- Interrogo Fer.

  • Son gentes esperando audiencia.

Un poco mas adelante no pudieron seguir avanzando pues un grupo de jovenes estudiantes que se amontonaban unos sobre otros tratando de entrar en una sala del director del comedor, les bloquearon el paso. Parece que protestaban por la calidad de la comida. Se daban golpes y empujones haciendo rodar a muchos de ellos por el suelo. Un funcionario, que parecía tener autoridad daba ordenes a los empleados para repeler el ataque de los jóvenes. Usaban unas largas varas de madera que golpeaban a los jóvenes en la cabeza y en los hombros. Otro funcionario mas viejo de barba blanca y chaqueta marrón de cuero, se ofrecio para mediar en el conflicto. Trataba de decir algo pero era tartamudo y nadie le entendía muy bien. El Profesor trató de intervenir y comenzó a dar un discurso llamando al orden y la compostura, pero luego empezaron los bostezos, le dieron la espalda y nadie lo escuchó. Aquel tumulto duró como una hora y luego se calmó: finalmente el funcionario tartamudo hizo pasar al recinto a un delegado para tratar el asunto. La manifestación se disperso , pues los jóvenes se fueron cabizbajos.

Finalmente Fer y sus muchachas acompañantes lograron pasar al gran recinto donde se celebraba el Consejo Universitario. El lugar le era desconocido, quedando abismado por el lujo del interior con los grandes ventanales cubiertos de cortinas de fino damasco, los cuadros de los rectores enmarcados en doradas cañuelas. Muchos de ellos posaban de pie vestidos de largas togas, como los grandes oradores del imperio romano. Las gruesas alfombras amortiguaban el ruido de las pisadas creando una atmósfera de solemnidad. Estaban sentados los consejeros una larga mesa de mármol, presidida en la cabeza por el honorable rector. Vestían de traje formal con corbata y camisa blanca. El maestresala daba ordenes a unas jóvenes elegantemente vestidas como para asistir a una fiesta nocturna, que portaban bandejas con café, galletas y finas confituras de refrigerio. Aquellas bandejas luego las colocaban en una mesa mas pequeña cerca de uno de los ventanales. En esos momentos se celebraba un largo debate sobre los cambios en el escudo de la universidad. Las intervenciones eran muy largas de mas de media hora. Así pues no hubo tiempo para tratar el caso de Fer y fue citado de nuevo en el término de una semana.


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