domingo, 28 de enero de 2024

La hora del Crawfish. Las tribulaciones de un matemático en USA. Parte 2.

 

Año 1983.

 

El año lo comencé muy bien desde el punto de vista académico, pues aprobé el examen de TOEFL con buena nota (550 puntos) y pude ingresar a la escuela de graduados.

Cuestiones académicas.

 

La Universidad de los Andes me otorgó una beca de tres años para realizar estudios doctorales en el exterior. El contrato incluía un curso de un semestre de inglés antes de iniciar el postgrado. De acuerdo al contrato no debería pasarme de tiempo. Caso contrario había que solicitar una prórroga al departamento, la cual debería estar muy bien justificada. Estos planes de beca tuve que cambiarlos, pues la realidad me obligó a ello.

Recuerdo que, en mi primer día en el Departamento de matemáticas, tuve una larga entrevista con el Profesor Niels Stoltfuss coordinador del Postgrado. La idea era ponerlo en conocimiento de mi bagaje matemático y planificar mi plan de estudios de doctorado. Fue una charla bastante agradable e intensa de intercambio de opiniones e ideas. Le dije que yo había obtenido el título de magister en Mérida y mis planes eran continuar para el Doctorado. Le explique acerca de mis estudios, las materias cursadas en las áreas de Análisis Real, Topología y Algebra, y los libros con los que había trabajado, que eran los mismos que ellos usaban. El hombre quedó satisfecho con mi nivel de conocimientos. Era lógico que, al tener una buena formación, debería iniciar directamente un programa de doctorado de unos tres años de duración.  Pensaba que ya tenía los conocimientos básicos de Algebra, tomar los exámenes de calificación y luego empezar a trabajar directamente en una investigación para desarrollar una tesis.



Sin embargo, ellos me recomendaron casi de manera obligatoria, sin darme otra opción, de hacer primero la maestría de dos años en LSU y luego presentar los exámenes de calificación para el doctorado. En cualquier universidad americana, lo establecido para realizar un PhD. D son cinco años: Dos años para obtener el Master y tres años para continuar con el doctorado. En los países europeos el plan de doctorado es menos formal, pues se orienta más hacia la investigación y el aspirante puede realizarlo en un máximo de tres años, pues no debe tomar tantos cursos de formación general.

Su recomendación se apoyaba en argumentos de tipo cultural como por ejemplo dominar bien el inglés, enseñar y prepararme mejor para los exámenes de calificación. En consecuencia, mis estudios doctorales se alargaban bastante. Tuve que hacer lo que ellos me dijeron, obtener primero un Master en Ciencias, luego el PhD D, para lo cual debí que permanecer cinco años en aquel lugar. Debo confesar que esta decisión tuvo sus cosas buenas y malas. Por un lado, aprendí bastante matemática, pero quedé agotado por el esfuerzo de tanto trabajo.

Lockett Hall.

 

Tome tres cursos en el semestre Spring que fueron Algebra abstracta, Análisis Real e inglés (Gramática). El Departamento de matemáticas de LSU estaba ubicado en el edificio Lockett Hall y en el tercer piso recibíamos las clases de Postgrado. El staff de profesores era de buen nivel, con un buen porcentaje en el área de Algebra. Tuve la suerte de asistir a sus cursos y aprender muchas cosas interesantes. Recuerdo a Pierre Conner Profesor Emeritus, el de mayor categoría, investigador de Topología Algebraica. También había algunos profesores latinos como Alberto Nobile un argentino que trabaja en K teoría algebraica, Guillermo Ferreira otro argentino especialista en Análisis y Jorge Morales un joven boliviano que obtuvo un doctorado en París. Con todos ellos compartí mucho y nos hicimos buenos amigos.

 

El profesor Robert Perlis era el jefe del Departamento, quien más tarde sería también mi tutor de tesis. Perlis es especialista en Algebra y Teoría de números con un doctorado en el MIT. Al entrar en su cubículo nos recibía un enorme perro de raza Huskie, que se sentaba bajo su escritorio. Mientras escribía un teorema en su pizarra le pregunté si su perro era bravo y me dijo.

-          El solo te va a morder si te equivocas en una demostración.

Perlis era bastante comunicativo y quería saber muchas cosas sobre la América del sur. Fue una persona de gran ayuda que se mostraba interesado en mi desempeño y comprendía muy bien la situación de los estudiantes de postgrado. Recuerdo que, a manera de bienvenida en el primer año, nos hizo una invitación para su casa y compartimos con su familia en una cena del día de Acción de Gracias. Ese día me recomendó el libro más importante de todos:  The River Road Recipes. Un libro grandioso con recetas de Luisiana que me ha acompañado toda la vida.

Tuve un buen rendimiento ese semestre y saqué una calificación de A en todos los cursos.

El viernes negro.

Pero debo contar que todo no fue color de rosa. Ese fatídico año de 1983 fue uno de los peores que he pasado en mi vida y estuve a punto, bastante cerca, de abandonar todo y regresar a Venezuela, por culpa de todos los inconvenientes que tuve que sortear.

            Una tarde fría caminaba de prisa por el campus. Era viernes y estaba feliz, pues los fines de semana siempre eran prometedores para reuniones familiares, fiestas y parrillas con los amigos.  Yo me dirigía a mis clases, cuando presencié un insólito incidente. Me encontré con un grupo de venezolanos que lloraban desconsolados, lanzaban quejidos y se abrazaban los unos a los otros en estado de conmoción, como cuando ocurre una tragedia.  Una joven se me acercó y me abrazó. Recuerdo hasta el color de su blusa. La razón de aquella gente desesperada era el conocimiento de una amarga noticia: aquel día viernes de febrero de 1983 se devaluó la moneda en Venezuela. La noticia se regó por el campus como pólvora. Muchos no creían que era cierto y llamaban a Venezuela a sus familiares para verificar la información. En un abrir y cerrar de ojos, sus depósitos bancarios quedaron reducidos a la mitad. Ocurrió el famoso viernes negro, durante el gobierno de Herrera Campins cuando el Bolívar que había sido una moneda fuerte y estable durante casi cuarenta años, se devaluó pasando de 4.30 Bs por dólar a 7.50 Bs. por dólar.



            Esto nos afectó a todos los venezolanos y de manera inmediata se produjo una retirada de casi todos ellos hacia Venezuela. Así pues, entre lágrimas y suspiros, se fueron en estampida los jóvenes criollos en LSU, que soñaban con estudiar en los Estados Unidos, pues ahora con la devaluación no podían sufragar sus gastos en ese país. En mi caso particular, las remesas que recibía de la ULA, quedaron suspendidas por cinco meses. Hubo que esperar todo ese tiempo pues el gobierno implemento un control de cambio (RECADI), que complicaba los trámites para obtener los dólares.

Semestre más negro.

Yo creo que Dios nos puso a prueba para forjar nuestro carácter, hacernos más resistentes frente a las adversidades de la vida y dejarnos algunas enseñanzas. Fueron pruebas de fuego que pudimos superar con mucha paciencia y fe en el porvenir. El viernes negro me agarró sin plata en los bolsillos. No quise trabajar repartiendo pizzas o cocinando para no abandonar los estudios. Tuve que pedir dinero prestado a mucha gente para poder sobrevivir. Agradezco a todas la personas que mostraron su solidaridad conmigo y nos prestaron dinero, entre ellos  Marcos Navarro, Agustín García, mi primo Luis Mendoza, la Universidad de Lousiana y otros.         

Muchas veces recortábamos las ofertas del diario del domingo para comprar en el supermercado Winn Dixie algunas caraotas negras y pan de sándwich. Un día Nancy que estaba embarazada de dos meses tuvo una perdida. Otro día comencé a darle clase de manejo, con la mala suerte de que chocó el carro contra una casa. Por suerte el seguro cubrió los daños y no tuvimos que ir a la cárcel. Francisco José no se adaptaba las escuelas y no quería comer nada. A veces durante mis clases me llamaban de urgencia para que fuera a retirarlo, pues el pobre estaba enfermo de amígdalas.

Estaba decidido a marcharme a Venezuela, pero no lo hice púes no tenía dinero para comprar los pasajes. Casi todos los amigos venezolanos se habían marchado. Decidimos que tan pronto como llegara el dinero  de Venezuela iríamos a una agencia de viaje a comprar los tickets para el regreso.

Un paseo después de la tormenta.

Al final de semestre en el mes de mayo fui al cajero a sacar los últimos veinte dólares que quedaban en mi cuenta. En mi estado de cuenta aparecián cuatro mil dólares depositados. Pensé que era un error del cajero automático. Era el ansiado  el dinero. Compramos los pasajes. Recuerdo bien que fui a despedirme a casa de mi amigo panameño Macos Navarro. Él era uno de mis mejores amigos y asistimos juntos al curso de inglés.

-Al fin me llegó la plata Marcos. Vengo a pagarte lo que te debo. Mañana mismo me marcho a Venezuela. Voy a mandar todo al diablo- comencé hablando furioso.

Destapamos unas cuantas cervezas Budweiser que estaban bien frías, fui drenando mi ira poco a poco y creo que lo volví loco con todas mis quejas y tristezas.

Entonces en la conversación me convenció de que era mejor que no me fuera.

-          Si saliste bien en el semestre con notas de A, con todas las dificultades, entonces para que te vas a ir chico. ¿Tú estás loco o que te pasa?

Luego continuo…

-          Debes seguir en el postgrado, pues ya pasaste lo peor. Ten esos pasajes guardados en el bolsillo y si te vuelves a sentir mal, entonces vete.

Seguí el consejo de Marcos.

Al día siguiente planificamos un viaje por el estado para olvidar los tragos amargos, divertirnos un poco y conocer algunas ciudades. Compré una cámara Minolta y comencé una afición por la fotografía que duro muchos años. Todavía tengo en mi biblioteca una buena cantidad de fotos que son de grata recordación. He querido pintar esos paisajes tan bucólicos de Luisiana, para reencontrarme con mi pasado, pero siempre pospongo ese proyecto.



            Salimos temprano con Nancy, Leonardo, Marcos, Francisco José y yo, en el Ford. Tomamos la vía 61 hacia el norte del estado que sigue de cerca el Mississippi. Una carretera estrecha, casi solitaria que atravesaba un paisaje rural   casitas blancas de madera algo envejecidas. Un paisaje que se mostraba decadente y empobrecido. Después de la guerra civil, ganaron los del norte y el sur estuvo olvidado y abandonado por más de 80 años. Pero en general, la atmosfera era muy tranquila y relajante. Marcos hablaba todo el tiempo por el camino, acerca de las novias que había dejado en Panamá. Nos detuvimos en San Francisville para visitar una plantación de nombre Rosedown. Creo que ya la había visto en aquella famosa película Lo que el viento se llevó (Gone with the wind). Una casa de antes de la guerra, Ante bellum home bien conservada con hermosos jardines y blancas columnas. Respiramos el aire fresco con sus jardines de magnolias y azaleas en flor. Estuvimos en Natchez en el estado de Mississippi. Luego continuamos hacia Vicksburg y de allí cruzamos hacia el este para llegar a Jackson, la capital del estado de Mississippi. Al siguiente día regresamos por la autopista 55, hasta Hammod y de allí a Baton Rouge.



Fue un pequeño paseo bastante relajante para mis nervios, que me reconfortó mucho. Disfrutamos del buen clima de la primavera y todo esto me cambió de ánimo. Ahora estaba más optimista. Lo peor había quedado atrás y deseaba continuar con mi vida de estudiante.

Verano.

Para ahorrar los gastos, decidí aplicar para las residencias de estudiantes de posgrado.

Asistí a un curso de inglés creo que fue Composición (como parte de los requerimientos para poder tener derecho a una residencia, debía estar matriculado en algún curso.)  Así pues, en el verano de 1983, nos mudamos a las residencias Edward Gay, ubicadas en pleno campus. Pagaba un alquiler de 360 dólares por un apartamento de tres habitaciones, el cual incluía todos los servicios de agua, electricidad y televisión. Además, no tenía que usar el vehículo para trasladarme a la Universidad. La residencia estaba rodeada de campos de futbol y grandes lotes de estacionamiento.

En las universidades norteamericanas los profesores contratados trabajan 9 meses, desde septiembre hasta mayo. En las vacaciones del verano muchos deben buscar otro empleo para tener una fuente de ingresos. En ocasiones la Universidad tiene un dinero extra y lo reparte entre los jefes de los departamentos para los cursos de verano. El Dr. Perlis siempre me ofrecía la posibilidad de trabajar en el verano, cual fue de gran ayuda, pues, además de ganar un dinero extra, me permitía seguir ocupando las residencias estudiantiles. 



Los cursos de verano de la universidad, era semestres cortos de unos dos meses, con clases todos los días durante dos horas. Se dictaban en las vacaciones en los meses de junio y Julio.

Nunca pude acostumbrarme a los los veranos de Baton Rouge , bastante calurosos y húmedos. Si usted alguna vez ha visitado a Maracaibo, entonces podrá tener una idea. Había que usar pantalones cortos, franelas de algodón y sandalias. El calor era insoportable. Por suerte el aire acondicionado refrescaba bastante en los salones de clases. Los días se alargaban mucho. Francisco José jugaba con sus amigos en los campos aledaños hasta las nueve de la noche.

 

Semestre de Otoño.

 

Llegó el otoño y yo contaba con el poco dinero que me enviaba la universidad. Mi beca se redujo de 2500 dólares a unos 800. Necesitaba tener otros ingresos para poder vivir con tranquilidad.  Por suerte pude salir adelante, con un trabajo de Asistente de Profesor que pagaba 1000 dólares mensuales. Así pues, comencé como evaluador, corrigiendo tareas y exámenes, más tarde era el preparador de las prácticas y en algunos semestres me dieron la responsabilidad de enseñar un curso. La experiencia de TA (Teaching Assistant) fue bastante buena y positiva pues me obligó a perfeccionar mi inglés, interactuar con jóvenes, conocer bien el sistema de enseñanza norteamericano   y pude sostenerme económicamente. Además de ello la Universidad de los Andes se ahorró una buena cantidad de dinero, pues me pagaban la matricula.



En diciembre de ese año me sometí a una operación del oído para solucionar mi problema con la sordera. El seguro cubrió los gastos de la operación en el hospital Our Lady of The Lake. Me hicieron una stapledectomy, una microcirugía para reemplazar la cadena de huesecillos por una prótesis de metal. El médico fue el Dr. Jerry Fourier. Cuando le pregunté si había algún riesgo en aquella operación, me respondió tranquilamente.

-Si por supuesto, tu puedes morir. Toda operación es un riesgo por la anestesia. Además, usted va estar anestesiado mucho tiempo pues se trata una microcirugía.

No pregunté mas nada y le firmé unos papales donde decía que él no se hacía responsable de algún daño cerebral o de otro tipo.

Creo que la cosa fue al revés y tuve un renacimiento, pues mi vida cambió. Estuve tres días inconsciente. Cuando Nancy me fue a visitar al hospital, se asustó mucho al ver un sacerdote cerca de mi cama leyendo una biblia y dándome los últimos sacramentos. Además, estaba vendada mi oreja izquierda como Van Gogh. La operación fue un éxito y por primera vez en mi vida pude escuchar cosas como el canto de los pájaros o el leve ruido que hacen las páginas de un libro al hojearlo. La audición es una bendición de Dios. Tuve una recuperación lenta y algo problemática, pues no podía levantar peso, ni bañarme en piscinas. Como vivíamos en un tercer piso, Nancy debía subir el mercado hasta el apartamento.

Cursos aprobados en 1983.

·         Análisis Real

·         Algebra abstracta.

·         Combinatoria.

·         Topología General.

Inglés 1,2 y 3.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La hora del Crawfish. Las tribulaciones de un matemático en USA.

 Un pequeño relato en cinco partes. Por Francisco Rivero Mendoza. Son aproximadamente: 10.000 palabras. Tiempo de lectura: 2 horas. Toda...