Epilogo.
Al
regresar a Venezuela en diciembre de 1987, me propuse seriamente trabajar en
una línea de investigación sobre cuerpos finitos. Sin embargo, mis intereses sobre
la matemática cambiaron bastante. En primer lugar, era difícil conseguir
estudiantes de postgrado interesados en Algebra. Así pues, estuve trabajando
solo un par de años, cumpliendo funciones burocráticas en la Universidad. En
los años siguientes, dirigí cuatro tesis de maestría una tesis de pregrado en
Teoría de Números.
Debo
decir que para bien o para mal, mi dedicación por la pintura significó un gran
desvió de las matemáticas. Era una pasión que llevaba muy adentro desde niño,
que estuvo reprimida durante mis cinco años de doctorado y que ahora brotaba
con bastante fuerza y energía, como un volcán. Pintaba bastante los bellos
paisajes de los Andes Venezolanos y esto me llenaba mucho pues me podía
comunicar con la gente a través del arte. Hice varias exposiciones individuales.
Posteriormente,
preocupado por la mala formación matemática de los jóvenes, comencé a dedicarme
a la educación matemática a nivel de pregrado. Hacer estas cosas tan triviales en
un Departamento de matemáticas puras es muy mal visto por los colegas. Me
interesaban los problemas de la
docencia, la didáctica y otras cosas. Por supuesto que la comunidad de
matemáticos investigadores veía esto como algo inapropiado para un PhD y fuera
de lugar. Escribí algunos libros como el Algebra,
Introducción a la Teoría de Números, Estructuras
Algebraicas, y otros. Mis libros han sido bien acogidos
por la comunidad y quizás tengo el record de tener los libros más pirateados en
Internet.
Desde
hace unos años mis libros de Álgebra abstracta y Teoría de números, descansan
en un armario cerrado con llave. Son los testigos de un pasado que no volverá.
Los tiempos ahora han cambiado y trabajo en el área de informática. Comencé
desarrollando páginas web sobre matemáticas, que fueron premiadas por la
Universidad de los Andes en varias ocasiones. También estudie algo de geometría
computacional, un área básica para la robótica y la inteligencia artificial. Dicté
dos cursos en los T forma. Últimamente, al no disponer de una pensión de
jubilación, trabajo en línea con mi hija en su empresa de venta de software. He
aprendido el manejo de Wordpress para páginas web, soy desarrollador de
contenido y SEO de algunas empresas.
Panorama desolador.
Antes de culminar este relato, quisiera
hacer una breve digresión, que considero necesaria. Ahora me traslado hasta el
presente en el año 2024 en que escribo, para hacer una evaluación del camino
que hemos transitado y los logros alcanzados. Siempre he creído que el mayor
tesoro de un país no son sus recursos naturales, si no su capital humano.
Venezuela en general, y la Facultad de Ciencias de la ULA en particular, pudo
formar un personal académico de alta calidad, gracias al esfuerzo de unos
hombres y mujeres que se prepararon en todos los campos del saber. En los años
90 la Universidad de los Andes vivió su época de oro, cuando regresaron muchos
becarios del exterior que culminaron sus estudios de postgrado. En aquel
entonces se desarrolló mucha actividad de investigación. La Universidad
manejaba gran cantidad de recursos para fortalecer la biblioteca, los viajes de
estudio de los investigadores y la dotación de los laboratorios. Se abrieron
muchos postgrados, con lo cual los profesores no necesitaban viajar al exterior
para formarse. También se celebraban congresos y eventos a nivel internacional.
En fin, parecía que vivíamos en otra dimensión y estábamos a punto de alcanzar
el mismo nivel académico y científico que las mejores universidades del mundo.
Sin embargo, todo ese progreso se
vino al suelo, de manera casi repentina. En poco tiempo se dio un retroceso de
años. En el caso de la Facultad de Ciencias de Mérida, durante la pandemia de
2019-20 las instalaciones fueron prácticamente abandonadas y dejadas a merced
del hampa para que hiciera de las suyas.
He visto con mis propios ojos, todo el daño. Los ladrones se llevaron
todas las computadoras, cables de luz, las puertas. los equipos de laboratorio,
los cauchos de los vehículos, y los libros de la biblioteca. Hoy en día vemos con preocupación cómo todo
ese esfuerzo de años de trabajo se ha venido abajo, por los malos gobiernos y
la indiferencia de la sociedad. Una gran cantidad de científicos ha emigrado a
otros países. Los salarios de los profesores son una miseria. La Universidad
venezolana está prácticamente en ruinas, sin profesores, casi sin estudiantes y
con unas instalaciones deplorables.
Todo esto era impensable hace
cuarenta años. Los cambios que vemos son increíbles. Abro los ojos para ver si
estoy despierto o todo esto es un sueño. La realidad es un cuento de hadas al revés, como en el
Cascanueces, donde algún hechicero nos
hace vivir esta pesadilla, donde el Rey de los ratones nos invade a todos.
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