miércoles, 24 de enero de 2024

La hora del Crawfish. Las tribulaciones de un matemático en USA. Parte 7.

 

Epilogo.

Al regresar a Venezuela en diciembre de 1987, me propuse seriamente trabajar en una línea de investigación sobre cuerpos finitos. Sin embargo, mis intereses sobre la matemática cambiaron bastante. En primer lugar, era difícil conseguir estudiantes de postgrado interesados en Algebra. Así pues, estuve trabajando solo un par de años, cumpliendo funciones burocráticas en la Universidad. En los años siguientes, dirigí cuatro tesis de maestría una tesis de pregrado en Teoría de Números.

Debo decir que para bien o para mal, mi dedicación por la pintura significó un gran desvió de las matemáticas. Era una pasión que llevaba muy adentro desde niño, que estuvo reprimida durante mis cinco años de doctorado y que ahora brotaba con bastante fuerza y energía, como un volcán. Pintaba bastante los bellos paisajes de los Andes Venezolanos y esto me llenaba mucho pues me podía comunicar con la gente a través del arte.  Hice varias exposiciones individuales.

Posteriormente, preocupado por la mala formación matemática de los jóvenes, comencé a dedicarme a la educación matemática a nivel de pregrado. Hacer estas cosas tan triviales en un Departamento de matemáticas puras es muy mal visto por los colegas. Me interesaban   los problemas de la docencia, la didáctica y otras cosas. Por supuesto que la comunidad de matemáticos investigadores veía esto como algo inapropiado para un PhD y fuera de lugar. Escribí algunos libros como el Algebra, Introducción a la Teoría de Números, Estructuras Algebraicas,   y otros. Mis libros han sido bien acogidos por la comunidad y quizás tengo el record de tener los libros más pirateados en Internet.

Desde hace unos años mis libros de Álgebra abstracta y Teoría de números, descansan en un armario cerrado con llave. Son los testigos de un pasado que no volverá. Los tiempos ahora han cambiado y trabajo en el área de informática. Comencé desarrollando páginas web sobre matemáticas, que fueron premiadas por la Universidad de los Andes en varias ocasiones. También estudie algo de geometría computacional, un área básica para la robótica y la inteligencia artificial. Dicté dos cursos en los T forma. Últimamente, al no disponer de una pensión de jubilación, trabajo en línea con mi hija en su empresa de venta de software. He aprendido el manejo de Wordpress para páginas web, soy desarrollador de contenido y SEO de algunas empresas.

Panorama desolador.

  Antes de culminar este relato, quisiera hacer una breve digresión, que considero necesaria. Ahora me traslado hasta el presente en el año 2024 en que escribo, para hacer una evaluación del camino que hemos transitado y los logros alcanzados. Siempre he creído que el mayor tesoro de un país no son sus recursos naturales, si no su capital humano. Venezuela en general, y la Facultad de Ciencias de la ULA en particular, pudo formar un personal académico de alta calidad, gracias al esfuerzo de unos hombres y mujeres que se prepararon en todos los campos del saber. En los años 90 la Universidad de los Andes vivió su época de oro, cuando regresaron muchos becarios del exterior que culminaron sus estudios de postgrado. En aquel entonces se desarrolló mucha actividad de investigación. La Universidad manejaba gran cantidad de recursos para fortalecer la biblioteca, los viajes de estudio de los investigadores y la dotación de los laboratorios. Se abrieron muchos postgrados, con lo cual los profesores no necesitaban viajar al exterior para formarse. También se celebraban congresos y eventos a nivel internacional. En fin, parecía que vivíamos en otra dimensión y estábamos a punto de alcanzar el mismo nivel académico y científico que las mejores universidades del mundo.



Sin embargo, todo ese progreso se vino al suelo, de manera casi repentina. En poco tiempo se dio un retroceso de años. En el caso de la Facultad de Ciencias de Mérida, durante la pandemia de 2019-20 las instalaciones fueron prácticamente abandonadas y dejadas a merced del hampa para que hiciera de las suyas.  He visto con mis propios ojos, todo el daño. Los ladrones se llevaron todas las computadoras, cables de luz, las puertas. los equipos de laboratorio, los cauchos de los vehículos, y los libros de la biblioteca.  Hoy en día vemos con preocupación cómo todo ese esfuerzo de años de trabajo se ha venido abajo, por los malos gobiernos y la indiferencia de la sociedad. Una gran cantidad de científicos ha emigrado a otros países. Los salarios de los profesores son una miseria. La Universidad venezolana está prácticamente en ruinas, sin profesores, casi sin estudiantes y con unas instalaciones deplorables.

Todo esto era impensable hace cuarenta años. Los cambios que vemos son increíbles. Abro los ojos para ver si estoy despierto o todo esto es un sueño. La realidad es un  cuento de hadas al revés, como en el Cascanueces, donde algún hechicero  nos hace vivir esta pesadilla, donde el Rey de los ratones nos invade a todos.

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