Año 1987.
Valium.
Regreso al año de 1987. En el
último año tuve una serie de problemas de salud que me afectaron bastante.
Sentía mucho ruido en los oídos que me ponían nervioso. Fui al médico y me
diagnostico con Tinitus, una enfermedad benigna pero incurable. Debía
acostumbrarme a los ruidos me dijo el doctor. Una vez me recetó el médico unas
pastillas para quitar los nervios. Era Valium, un medicamento psicotrópico,
bastante potente que me sirvió por quince días, pero después tuve una crisis de
nervios aún peor. Además, me daba una sensación extraña en el pecho y pensaba
que iba a tener un infarto. Casi en un estado de ansiedad, por la presión de la
tesis y la posibilidad de morirme fuera de Venezuela. ¿Que iría a pasar con mi
familia? Me preguntaba angustiado en las noches.
Fui varias veces al médico y
entonces me diagnosticaron Ansiedad. La ansiedad es algo que no te deja vivir,
siempre estas inquieto, no disfrutas del presente y piensa todo el tiempo en el
futuro. Te preocupas por cualquier cosa. Del Valium, salté a otro tipo de
pastillas menos dañinas. Recuerdo muy bien que una tarde tuve un ataque de
pánico al no poder encontrar la salida del departamento de matemáticas. Había
estado muy ocupado en mi cubículo corrigiendo unos ejercicios. Era tarde y casi
todo el mundo se había ido. Estaba solo y cuando iba a regresar a mi casa, les
daba vuelta a los pasillos desesperado. Me sentí bastante extraño y
desorientado. Subía y bajaba los pisos sin encontrar la salida como en un
laberinto. Al fin, una persona me ayudó a salir. La crisis duró unos 15
minutos.
El tiempo se me estaba agotando.
No conseguía resolver el problema de investigación. La presión con los cursos,
la familia y la tesis era mucha. Entonces Perlis se dio cuenta de mi situación
y me sugirió enviar a mi familia a Venezuela para quedarme solo y así poder
trabajar con más calma.
Cuerpos finitos. Una luz al final.
Un evento de gran importancia que
se celebraba cada año eran las conferencias Porcelli Lectures. Se trataba de la visita al Departamento de
matemáticas de alguien especial, que dictaba una serie de charlas durante tres
días consecutivos. Por ejemplo, en 1983, le tocó a John Milnor. En el mes de
febrero 1987, el Profesor Winfried Scharlau, un experto en formas cuadráticas
del Instituto de matemáticas de la Universidad de Münster en Alemania, dicto
una serie de conferencias sobre la teoría de códigos y sus aplicaciones
concretas en diversos campos como, por ejemplo, los discos compactos. Gracias a
los códigos correctores de errores y la criptografía, los cuerpos finitos
estaban ahora de moda en el ambiente matemático. Estos códigos dieron inicio a
toda una revolución en el manejo de la información que cambió nuestras vidas.
De allí proviene el uso de los códigos de barras, los cajeros automáticos, las
imágenes del espacio recogidas por las naves espaciales, el internet, los
teléfonos inteligentes, las criptomonedas…etc.
En mi carnet de estudiante
graduado de aquellos años, aparecía un código de barras. El mismo lo escaneaban
diariamente para controlar el préstamo de libros en la biblioteca y además, las comidas en la
cafetería. Todo funcionaba perfecto y yo podía saborear mi Gumbo con un rico
helado de postre.
Este matemático Scharlau después
de ser un experto en formas cuadráticas, publicó un libro sobre el tema que es
una Biblia. Luego cambió de área y trabajaba en Teoría de códigos, una nueva
disciplina.
En esa época apareció un buen
libro sobre cuerpos finitos para llenar un gran vacío en la literatura del
tema. Fue publicado en 1986 por los dos autores Rudolf Lidl de la Universidad
De Tasmania y Harald Niederreiter de la Academia de Ciencias de Austria. Pudiera
decir que estaba trabajando con las manos, y de repente me conseguí con una
caja de herramientas.
Muchas personas estaban al
conocimiento del problema de cuerpos finitos en el cual yo trabajaba. Inclusive,
por sugerencias de mi tutor, cada vez que venía una persona visitante al
Departamento, le planteaba el problema para conocer sus opiniones y buscar
alguna luz que me alumbrara. Todos
decían que era interesante, pero hasta allí quedaba la consulta. Nadie me daba ayuda…Pero.
Casualmente, el Profesor Jorge Morales,
tuvo una buena idea que me ayudó bastante a comprender el problema. A él le
estoy muy agradecido.
Estoy orgulloso de los resultados
de mi tesis por ser un aporte original al tema. El problema no lo resolví completamente,
pero dejé abierto el camino para otros como por ejemplo el matemático holandés
Hendrik Lenstra, quien dio una demostración de una de mis conjeturas.
Mi tesis estaba casi estancada lo
cual me preocupaba mucho, pues este era el último año del doctorado y debía
estar lista para presentarla en el semestre Fall. Llegó la primavera y con ella
una eclosión de flores por todo el campus. Eran las azaleas, unas bellas las
flores, pero me enfermaron. El polen de las flores me produjo fiebre de heno.
Tuve un malestar de gripe y perdía el equilibrio al caminar. A partir de allí
tuve padecimiento de sinusitis durante varios años.
El Glühwein.
Esos semestres me inscribieron en
un curso de alemán, como un requisito para tener el título.
Wie heisen sie, bitte?- nos interrogaba el profesor.
Fue una experiencia muy agradable
y divertida. El alemán es un idioma bastante cercano al inglés. Compartí el
curso con unos jóvenes freshmen. Pepita García, una compañera de estudios de
Puerto Rico, y yo éramos de los más viejos en aquella clase. El profesor era un
viejo veterano, un show man que hacía la clase todo un espectáculo y nos hacía
reír con sus ocurrencias. Todavía conservo el libro de texto y algunas veces
practico el alemán. Tengo un amigo alemán de aquellos tiempos llamado Michael
Ruge, quien vino a Venezuela a visitarme en 1990.
Al final del semestre planificó
una fiesta para probar el Glühwein, una bebida de vino y cosas dulces que
calentaba bastante.
Regreso a Venezuela.
En el mes Mayo, al finalizar las
clases nos fuimos todos a Venezuela. El plan era que Nancy con los niños se
quedara viviendo con su familia, mientras yo volvía a Luisiana para concluir mi
tesis. El ambiente en Venezuela daba tristeza. La crisis económica se sentía en
todas partes. El sentimiento generalizado de frustración y pesimismo reinaba
entre las personas. El eslogan del día
era: Ahora Venezuela es otra. Se terminó el consumismo en los centros
comerciales. Los productos importados casi desaparecieron. La comida se volvió
muy costosa. Coman sardinas, decía un cómico por la televisión. Ciertamente,
Venezuela era otra cosa, no era el mismo país que yo había dejado en 1982.
Cuando regresé tuve que hacer
escala en Miami, pues los vuelos directos desde Venezuela a Nueva Orleans ya no
existían. Inclusive la aerolínea Continental desapareció. Me dio mucho
sentimiento volver a quedarme solo. Empecé a comer en el comedor de la Universidad.
Tenía que lavar mi ropa yo mismo en la lavandería automática de la residencia.
Semestre de verano.
Regresé
a Baton Rouge bastante recuperado y con ganas de trabajar. Ahora tenía más
tiempo libre para enfrascarme en la tesis. Como el apartamento era grande
acepté a dos estudiantes de pregrado, un hondureño y un venezolano y les di
alojamiento gratis. La idea era no sentirme tan solo. Humberto, el venezolano
era músico aficionado, tocaba cuatro y me enseñó algunas canciones. Por otro
lado, el hondureño era un tipo reservado, siempre pegado del televisor escuchando las noticias.
Los discursos del presidente Reagan eran una maravilla. También éramos
fanáticos del show de Johnny Carson y luego Jay Leno.
Una
mañana de agosto en el día de mi cumpleaños 37, fui al supermercado A&P, que quedaba
cerca de casa. Allí compré seis latas de cervezas y una carne para hacer una
parrilla. Invite a mis huespedes y a Quintín Molina, para celebrar. A la hora
de prender el carbón en la parrillera,Quintín me solicitó algo de papel para iniciar el fuego. Entonces
saqué de mi cuarto el libro peripatético de T.J. Lam y en ese momento supe lo útil que era
ese texto y como usarlo.
Empecé
a desarrollar el gusto por la computación y pude domar aquel monstruo de la IBM
XT. Ese verano trabajamos Horst von Brand y yo en la creación de unos
algoritmos con el lenguaje Modula C para construir los cuerpos finitos. Era
toda una tarea de diseño de algoritmos, exploración y descubrimiento de
relaciones muy divertida. Descubrí una serie de propiedades interesantes que
luego pude demostrarlas en mi tesis matemáticamente.
Cursos aprobados.
- Seminario de tesis. Robert Perlis.
- Geometría de los números. Stoltfuss.
- Alemán.
Semestre de otoño y último.
La
tesis estaba lista y solo me quedaba pendiente el trabajo de escribirla. El
computador IBM no tenía programas de procesamiento de texto. Todavía no existía
el Word. Entonces, fue de mucha ayuda el profesor Craig Lilestrom, pues me hizo
el favor de tipearla con su Macintosh. Perlis la revisó con mucho cuidado y
fijamos la fecha de presentación. Craig era un biólogo, americano del norte, pero
muy tropicalizado. Estaba casado con una venezolana y era profesor de la
Unellez en Guanare. Estudiaba en LSU para obtener un doctorado en peces. Aparte
de ser muy inteligente, era un terrible jugador de tenis, al igual que yo, y además
tenía varios proyectos interesantes, como por ejemplo cultivar los crawfish en
Venezuela.
Quedaban
pocos días para mi partida definitiva. El último domingo que pasé en el campus
hice un paseo a pie. Recorrí la calle Highland y todas las pequeñas veredas que
se internan entre los corpulentos árboles de roble donde juegan las ardillas. Hacía
bastante frío, pues ya era invierno. Aproveché para despedirme de algunos
amigos. Pasé por todos los edificios, lagos, campos deportivos, residencias y
facultades para dar una última mirada de aquel lugar en donde había vivido
tantos años y llevarme esos recuerdos en mi corazón.
Finalmente,
hice las últimas compras de cosas que no iba a tener en Venezuela. Estudie
bastante días y noches para prepararme bien. Sin embargo, muchos recomiendan,
para descansar el cerebro, no estudiar ni hacer nada en la víspera y esto fue
lo que hice. La noche anterior al examen final fui al cine para ver una
película. En la noche me acosté temprano, puse un cd del cascanueces y apenas escuché
la obertura, pues me quedé dormido.
Llegó
el gran día en el cual se presenta el examen final de PhD. Este era un acto
formal, donde debía ir con plató y corbata. Este fue un evento muy exigente,
con la presencia de un jurado formado por cinco profesores. Durante unas cuatro
horas se pasearon por la matemática y me sometieron a todo tipo de preguntas.
Me defendí muy bien. Después me retiré a mi cubículo a esperar el resultado. En
media hora, Robert Perlis tocó a la puerta, después de abrirle algo atemorizado,
me miró a la cara, estrechó mi mano y dijo simplemente tres palabras que se
quedaron grabadas en mi mente:
-Congratulations Doctor Rivero.
Con esto termina mi relato.
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