lunes, 29 de enero de 2024

La hora del Crawfish. Las tribulaciones de un matemático en USA.

 Un pequeño relato en cinco partes.

Por

Francisco Rivero Mendoza.

Son aproximadamente: 10.000 palabras. Tiempo de lectura: 2 horas.

Todas la fotos son de mi propiedad.

 

La Nostalgia.

  

Cuando uno llega a viejo mira hacia el pasado con nostalgia. Se recuerda entonces con claridad de gran cantidad de personas, lugares y hechos. La Nostalgia es el puente entre el pasado y el futuro que nos permite conocernos a nosotros mismos. Nunca sabremos en verdad quienes somos, hacia donde vamos, ni como nos miran los demás. Gran parte de lo que somos ha quedado plasmado en el pasado. ¿Podemos cambiar el pasado? Por supuesto que no, pero hay que mirar el pasado sin arrepentimientos, de forma positiva y recordar las cosas buenas y malas en su justa medida.

Cada etapa de la vida tiene su propia dinámica. Durante la juventud el hombre compite con los demás en busca de metas heroicas. La competencia, el conflicto y la planificación constituyen la norma, como decía el filósofo Lie Tse. En la vejez, la persona es más débil, pero vive en armonía con su pasado y es más auténtica y fiel a sí misma.

Lo que voy a narrar aquí es una historia de hace cuarenta años, acerca de las aventuras de un matemático venezolano en el país del norte. La acción ocurre en los años 80. La época de oro, cuando gobernaba Ronald Reagan. Si quieren ponerle música a este relato, entonces saquen sus viejos LP y escuchen a Michael Jackson, Billy Joel, Kenny Rogers y Dolly Parton.


 

Año 1982.

 

Era una tarde calurosa del mes de agosto cuando el sol tiñe de amarillo las aguas del Mississippi. Una barcaza llena de contenedores que navegaba lentamente hacia el sur pasó debajo del puente.  Estaba sentado en un banco sobre la orilla leyendo un libro. Pasó frente a mí un pequeño grupo de gente que caminaba con bastante pereza. Un niño se acercó a curiosear.

- ¿Qué clase de libro es ese que no tiene dibujos ni diálogos?

-Es un libro de Algebra conmutativa- le conteste.

Entonces era tanto el sopor de aquella tarde que me quedé dormido y empecé a soñar….

 


Salí de beca para realizar un postgrado en la Universidad del Estado de Luisiana. Después de pasar unos días en Maracay mi familia me acompaño hasta el aeropuerto de Maiquetía. Allí nos despedimos entre besos, lagrima y abrazos. Partía hacia otro país desconocido a enfrentarme a otra cultura, otro idioma y otro grupo de personas. Hay momentos en la vida que debemos hacer cosas impulsados por el deber, como parte de una institución, aun con muy poco entusiasmo, en contra de nuestra voluntad. Sentía que me movía arrastrado por las circunstancias. No me gustaba lo que estaba haciendo, pero la presión social que me impulsaba hacia las metas establecidas por la Universidad, era más fuerte que yo mismo.

El vuelo desde Caracas a New Orleans en la compañía Continental Airlines, hizo una breve escala en Maracaibo para recoger algunos pasajeros. Casi todos eran gente de las empresas petroleras que regresaban a su país. Me pude enterar que ganaban sueldos fabulosos. Inmediatamente empezaron todos a reír y festejar como si fuesen amigos. Aquel grupo bromeaba y chateaba sin cesar, mientras bebían.  En el avión se vendían muchas bebidas alcohólicas. Como yo era el único pasajero con cara de tristeza, un chicano me brindó un par de cervezas para levantar mi ánimo.  Llegué a Nueva Orleans a mediado de la tarde, esperé un rato y luego tomé otro avión que me llevó en pocos minutos a Baton Rouge. Mirando por la ventanilla del avión pude ver un paisaje totalmente verde cubierto de árboles frondosos que se apretaban los unos contra los otros, ocultando las casas y las vías de comunicación.  El avión aterrizo bruscamente y nos bajamos en un pequeño salón de llegada. Era un día domingo en plena temporada de verano. El calor era sofocante y las personas usaban shorts y sandalias. Yo vestía como para ir a Chicago con una chaqueta de lana y me sentía algo ridículo y fuera de lugar. Desde allí, tomé un taxi, de color negro y destartalado y pasé directo a la Universidad.  

Un amigo de mi hermana Marilyn, de nombre Alí Banavides, me recogió en el hotel. Al día siguiente de llegar me invitó a desayunar en un restaurante de panquecas (International Pankcake House). Estaba muy contento de haber terminado sus estudios y poder regresar a su tierra. Él era un tipo afable y muy bromista como buen maracayero.

-Como me reconociste- le pregunté.

-Eras el único que venias con una chaqueta puesta con semejante calor, me dijo bromeando.

Alí terminó una maestría en veterinaria y apenas regresar al país, se reincorpora a la Facultad de Ciencias veterinarias de la UCV. Esta noticia de irse tan pronto me puso algo triste pues a la semana de haberlo conocido, pensé que ya no nos veríamos más nunca. Después de regresar trabajó como administrador de una hacienda de la Universidad en San Felipe. Viajaba casi diariamente para cumplir con sus obligaciones. Un día que regresaba a Maracay, después del trabajo, perdió la vida  en un accidente de tránsito.

En el Campus

            Estuve durante tres días en el hotel durante los cuáles compartí con otros venezolanos recién llegados como yo. Al momento me di cuenta que no hablaban nada de inglés. Eran muchachos bastante jóvenes que venían becados por la Fundación Ayacucho a estudiar en un college de agricultura. También estaban algunas jóvenes que venía por cuenta propia a tantear el ambiente y estudiar lo que fuera. Ya no me sentía tan solo y empecé a disfrutar de mis estadías como cualquier turista. Con mi inglés recortado pude defenderme para comunicarme con la gente y ellos me tomaron como el jefe del pequeño grupo. Fuimos a comer y también hicimos un recorrido por   los centros comerciales. Había que comprar ropa, zapatos y artículos de higiene personal.   Era el Hotel Pleasant Hall, situado en el campus, lugar de llegada de todos los estudiantes del curso de inglés.



Salimos en la maña a recorrer el campus de LSU. Caminamos por unas calles rodeadas de grandes árboles de roble cuyas copas daban bastante sombre y frescor. Aquel paisaje de aspecto rural, me hizo recordar los grandes samanes del estado Aragua.  Sobre el agua de los lagos adyacentes sobresalían unos árboles con el tronco sumergido, lo cual le daba un toque bucólico al campus. Las residencias estudiantiles de arquitectura colonial eran hermosas, al igual los perfumados jardines de flores de azalea y magnolias. Había iglesias de las distintas religiones. Católica, Baptista. Metodista, luterana, anglicana, hebrea, etc. También llamaban la atención las casas de fraternidad con sus inscripciones en griego en los frontones triangulares y pórticos sostenidos por blancas columnas. Todo era tan limpio y ordenado que un joven recién llegado de Pariaguán en Venezuela, impresionado por todo aquello, exclamó.

-Coño Francisco, esta vaina si es limpia. Aquí no se consigue uno ni un mojón de perro en las calles….

La comunidad de estudiantes latinos era bastante importante. Conocimos más venezolanos, mejicanos, guatemaltecos y panameños, empezamos a hacer amigos y nos enteramos de muchas cosas. Por ejemplo, había 250 estudiantes venezolanos matriculados allí, casi todos en cursos de pregrado y becados por la FGMA (Fundación Gran Mariscal de Ayacucho), un programa de becas muy ambicioso lanzado por el presiente Carlos Andrés Pérez. Uno de ellos tocaba cuatro muy bien y enseguida empezamos a cantar a coro la canción Fiesta en el Orza. Otras colonias importantes de estudiantes internacionales eran los iraníes, los malasios y los de Túnez.

En el Kirby Smith.

Antes de ingresar a la escuela de graduados, debía pasar por una academia de inglés, que formaba parte de la Universidad. En este instituto se ofrecía un programa para dominar el inglés, en el caso de los estudiantes extranjeros, llamado English Language and Orientation Program (ELOP). Después de tomar un examen de exploración me colocaron en el quinto nivel.



De esta manera me inscribe allí para un curso de un semestre. Al final de dicho curso se presentaba el examen de suficiencia en Ingles llamado TOEFL (Test of English as a Foreign language).

Viví durante esos cuatro meses en una residencia llamada Kirby Smith, la cual era un edificio de trece pisos. El Kirby era el edificio más alto del campus, estaba muy cerca de la cafetería y contaba con un gran estacionamiento. En el lobby habían mesas de pool y de ping pong. En las noches acostumbraba jugar con otros residentes varias partidas de bowling en las canchas del Union Student Center. El ambiente era agradable y de una vida social muy activa. Contábamos con baño privado, teléfono, un escritorio y televisión.  Compartí una habitación con un joven japonés. Esto me sirvió para mejorar mi inglés, pues el room mate no hablaba español. Era una residencia para varones, pero fue declarada Open House y podían entrar las damas a visitarnos. El japonés invitaba todas las noches a sus amigas orientales y jugábamos a las cartas el juego de UNO. Eran unas chicas muy simpáticas que siempre reían por cualquier cosa.

El curso de inglés fue bastante intensivo. Teníamos clases de lunes a viernes 8 horas diarias, desde las 7 de la mañana hasta las cinco de la tarde.  Tuve que adaptarme a esta vida de estudiante novato, después de haber sido profesor, y andar con un back pack en la espalda lleno de libros de gramática y diccionarios. Había una materia llamada Reading en donde nos hacías leer libros completos. Así pues, tuvimos que desarrollar nuestro gusto por la lectura y entrarle a tres novelas de autores anglosajones Como Farenheit 451 de Ray Bradbury, El Hombre invisible de H.G. Wells y The Red Pony de John Steinbeck. Tuve la suerte de compartir con muchas personas de otros países con los cuales hice buenas amistades.



Una profesora del área de speech, muy simpática nos dio un sabio consejo para aprender el idioma.

-Hablen con todo el mundo en la calle, aunque se sientan ridículos y se rían de ustedes. Total, cuando se marchen de aquí nadie los va a recordar.

Después de dos semanas de iniciar el curso me di cuenta que me estaba quedando sordo. Era un problema que traía desde Venezuela, pero no le había dado mucha importancia. Sin embargo, para aprender un idioma hay que tener buen oído. Tuve que ir a un especialista y me diagnostico Otosclerosis, una enfermedad del oído medio que avanzaba con los años hasta quedar completamente sordo. El problema era la cadena de huesecillos que estaba perdiendo movimiento. Por lo tanto, me hicieron un aparato para mejorar la adición el cual fue de gran ayuda. Más tarde tuve que operarme para poder resolver el problema.

Los preparativos.

Cuando llegó el mes de diciembre comencé a hacer los preparativos para recibir a mi familia que llegaría pronto. Había traído 7200 $ desde Venezuela para los gastos de instalación, lo cual era más que suficiente.

En primer lugar, compré un carro usado, pero en buenas condiciones. Un Ford Fairmont modelo 1978 de dos puertas que me costó 3200 $. Me gustaban los carros japoneses, pero   eran chiquitos y muy caros. Comprar un carro en USA es tan fácil como comprarse una camisa. El vendedor me dio el título y lo firmó por detrás.  Tenía placa de Luisiana con el lema del estado Louisiana a dream State. Lo que más me gustaba era que al ser deportivo y de dos puertas, Francisco José iba a ir muy seguro en el asiento de atrás. Los niños tremendos les gusta abrir las puertas de los carros.  

También arrendé un apartamento en las afueras del campus. Era un complejo de estudiantes bastante cercano en un lugar llamado Tigerland. Tenía una piscina enfrente de la casa. El autobús de la universidad lo tomaba muy cerca también. Compré todos los implementos de cocina, las camas, sábanas…etc. Mi beca era de 2500 $ mensuales y podía pagar todas esas cosas. Así pues, cuando mi esposa llegó junto con mi hijo Francisco José de cinco años y un sobrino de ella que la acompañaba se instalaron cómodamente. Fue el primer diciembre que pasamos en los Estados Unidos. Todo parecía indicar que íbamos a tener una estadía feliz en el país del norte. Sin embargo……


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La hora del Crawfish. Las tribulaciones de un matemático en USA.

 Un pequeño relato en cinco partes. Por Francisco Rivero Mendoza. Son aproximadamente: 10.000 palabras. Tiempo de lectura: 2 horas. Toda...