En casa de Locus. La persecución.
El profesor Fer condujo su viejo Renault 1974 por las estrechas calles de la periferia de la ciudad y se internó en un viejo barrio al borde de un barranco. Un lugar poco seguro de mala reputación, escondite de ladrones, malandros, vendedores de droga y toda clase de individuos de mala vida. Vivían también alli unas pocas familias humildes, fundadores del barrio. En algunas de estas viviendas funcionaban pensiones baratas de estudiantes de bajos recursos. Se estacionó enfrente de una casa de paredes altas cuya construcción mostraba varios tipos de arreglos hechos de manera improvisada. Dos niños como de ocho años con con pantalones cortos y las rodillas llenas de raspones y las piernas con cicatrices, se le acercaron para cuidar el carro. El Profesor les dio un medio a cada uno. Preguntó a los niños por la ubicación de la casa de Locus y se miraron entre ellos negándose a contestar. Pensó que hubiese sido mejor venir acompañado de algún conocido que pudiese ayudarlo con la búsqueda. Por suerte, una señora del barrio se ofreció a llevarlo. Primero lo hizo caminar por unos pasajes internos muy estrechos. En el trayecto algo errático doblaron varias veces de la izquierda a derecha, en algunas esquinas difíciles de memorizar. Luego llegaron a un callejón sin salida y la mujer le señalo hacia la acera de enfrente y dijo que allí se hospedaba Locus.
Era un construcción bizarra de techos de platabanda a medio terminar y algunos pisos que se amontonaban unos encima de otros de forma irregular. Desde el hueco de una ventana se asomó una señora despeinada y llamó a ritos a una niña que estaba jugando pelota en la calle. La parte de abajo había tres locales comerciales pequeños, donde funcionaba una bodeguita, una peluquería y un taller de reparación de motocicletas. Entre estos locales, una pequeña puerta de hierro que era la entrada a un pasillo muy corto y luego arrancaba una escalera de peldaños de cemento gris para subir a los pisos superiores. Fer no se detuvo a esperar y de una vez penetro en aquel laberinto oscuro de subidas que terminaban en pasillos oscuros sin ventanas en donde el aire era irrespirable.
Tocó en una puerta y una joven se asomó y le dio indicaciones.
Donde vea una pared roja toque allí. Esa es la habitación de Locus.
El profesor toco la puerta con los nudillos y después de un par de minutos salió una señora mayor con un delantal blanco que casi se arrastraba por el piso y lo atendió en el umbral. Le dijo que era un profesor y quería ver a Locus para tratar un asunto muy serio. La señora volvió a entrar a continuar con sus labores en la cocina. Luego salieron de la penumbra tres bachilleres. Fer los reconoció en el acto, eran los tres jovenes que había visto en la Calle 2 comprando unas ollas.
Pase adelante ¿Que se le ofrece?. Locus esta ocupado pero podemos atenderle – Dijeron al unisono mientras hicieron una especie de reverencia moviendo sus brazos en semicírculo.
En la sala servía que de dormitorio, había cuatro camas pequeñas, casi pegadas unas de otras. Encima de los colchones se apilaban toda clase objetos como sabanas, ropa sucia, libros, algunos diarios y revistas. Un bachiller despejó una de las camas y obligó a Fer a sentarse en ella, en posición algo incómoda, de través con la espalda recostada a la pared y los pies en el aire.
Locus lo atendió después de media hora de espera. Su oficina estaba en la puerta lateral de aquel pequeño apartamento. Entró acompañado de una joven que lo tomaba del brazo, en un recinto oscuro con una sola ventana cubierta con una cortina de flores. El calor allí era sofocante y el olor a fritanga que venía de la cocina dificultaba la respiración. Fer quedo sorprendido por el tamaño de aquella oficina privada, mucho más grande que el resto de la vivienda. Sentado en una silla giratoria enfrente de una gran mesa que ocupaba la mitad del espacio estaba Locus, revisando algunos documentos. Adosados a la pared del fondo se veían algunos estantes llenos de papeles y rollos de pergamino con sellos de la Universidad.
Después de saludar con extrema cortesía, el profesor Fer fingió que solicitaba una constancia de trabajo, para entrar en conversación con Locus, sin exponer su situación.
-Que tipo de constancia requiere usted, ¿Como profesor o empleado ?
Antes de responder se quedó pensando un rato, luego cambio de tema y le preguntó directamente sin mediar una introducción.
¿Usted tiene muchas influencias en la Universidad?
-Claro, Conozco a mucha gente importante - Respondió satisfecho de aquella pregunta, con el pecho inflado después de tomar aire, dándose ínfulas de gran señor- tengo acceso a casi todas las oficinas de la administración donde me conocen. Recibo invitaciones personales a fiestas de las autoridades. Puedo revisar los archivos de títulos y registros de notas, que son casi secretos para todo el mundo; archivos de los contratos y ascensos del personal, en donde ni siquiera los profesores ordinarios tienen acceso. Conozco bien los procedimientos y los reglamentos.
-Quiere decir que puede falsificar documentos- exclamo Fer en tono exaltado y alzando la voz. Eso es lo que yo deduzco en este momento de sus actividades secretas. ¿No le parece que va en contra de la ley actuando de esa manera y que en algún momento la justicia le hará pagar por ese delito?
-No. Yo no cometo hechos ilícitos- respondió Locus en voz baja y serena en un tono conciliador para tranquilizar a su interlocutor. Siempre me cuido, caminando del lado de la ley sin traspasar la linea roja. Soy un hombre honrado. Un pobre estudiante que quiere graduarse para servir al país como como cualquier ciudadano honesto. Usted no me ha entendido. Yo tengo poder suficiente para lograr que ciertos funcionarios hagan las cosas ilícitas , como usted las llama. Ellos hacen los procedimientos administrativos por mí. Yo solo soy un agente intermediario que tramito solicitudes de personas que acuden a mi para solucionar algún problema.
-Pero no acepto todas las solicitudes que me hacen- agregó luego subiendo la voz. He rechazado muchos intento de fraude por parte de gente inescrupulosa, que quiere aprovecharse de la universidad para obtener un titulo falso y ganar dinero. Siempre ayudamos a los pobres y oprimidos victimas de un sistema injusto que los discrimina. Por ejemplo, una humilde mujer estudiante de enfermería llevaba años estancada en sus estudios y no podía obtener el titulo para trabajar. Tenía dos hijos que debía mantener y el marido había muerto. El profesor de una materia, le agarró ojeriza y siempre la aplazaba. Había repetido el mismo curso 18 veces, estudiaba bastante, pero no había forma de aprobar. Nosotros nos encargamos de su caso, se habló con el profesor para que cambiara pero fue imposible. Usamos otros métodos más directo como presionándolo un poco, con hacer publico algunas manchas en su hoja de vida y sus credenciales que eran bastante mediocres. Descubrimos que el tipo era un pirata, como nos fue confesado más tarde por algunos de sus colegas, y aplazaba muchos estudiantes para tener fama de estricto. Pero luego amenazó con formar un escándalo que nos iba a perjudicar a todos y desistimos de emplear aquellos métodos. Finalmente logramos que obtuviera la calificación mínima para aprobar la materia la materia con un régimen especial.
-Vaya, eso me impresiona mucho- dijo Fer sonriendo de manera forzada y con cierta ironía agregó- He escuchado muchas historias, como esa que me acaba de contar, de profesores corruptos. También se que hay mafias que controlan las constancias de títulos y las notas. Pero eso no es lo más importante de sus palabras. Quiere decir entonces que su radio de influencias es ilimitado. Según parece usted tiene más poder que el mismo rector y el Consejo universitario. ¿Cierto?
-El Consejo universitario no es la máxima autoridad. Hay otro órgano directivo por encima, que la gente del común desconoce.
-¿Como dice? - Interrogó Fer, moviendo su cuerpo hacia delante y agarrando con sus manos el borde la mesa para no perder el equilibrio. Por favor explíqueme eso.
Locus tardó como medio minuto en responder, mientras se acomodaba en su asiento, cambiando de lado, encendió un cigarrillo, le dio una buena chupada y lanzó hacia una pequeña ventana por donde entraba una brisa de aire fresco y luego lanzó una fumarola de humo blanco. Miró hacia un lado y torciendo los ojos hacia arriba comenzó a hablar pausadamente.
-Profesor, le voy a comentar algo a usted que es un secreto, pero se lo digo porque me ha caído muy bien y veo que es una persona seria. Espero que nuestra amistad se fortalezca y pueda tenerlo entre mis clientes. Comenzaré diciendo que el Consejo universitario es un organismo carente de poder, y no lleva las riendas de la institución aunque parezca lo contrario. Existe por encima de él otra institución casi secreta con poder absoluto: el Gran Consejo. Lo formamos cuatro miembros. Yo formo parate del gran consejo, junto con un representante del sindicato de empleados y el señor Rector.
-Debo decir que dudo de la veracidad de sus palabras. En una ciudad tan pequeña como esta, donde el chisme corre por las calles como el agua, ya eso se hubiese sabido. Sería un secreto muy bien guardado. Creo que esto es un invento de su imaginación. Además, me ha nombrado solo a tres personas- interrumpió Fer- ¿ Quien es el cuarto miembro de ese consejo?
-El cuarto miembro es el Gobernador del estado. Además debo decir que para mantener el secreto nos reunimos mensualmente en sitios alejados y discretos, como casas de campo en la montaña de gente importante o fincas en la tierra llana. Allí nos reunimos y discutimos los asuntos administrativo. Formamos un pequeño grupo y el trato es muy cordial.
Sigo sin entender. Pienso que se está burlando de mí con esas historias para hacerme creer que es muy poderoso. Soy incrédulo.
En el momento de decir esto se levantó del asiento y después se colocó la chaqueta para salir.
-Veo que usted es un incrédulo y por eso tiene problemas- respondió Locus, torciendo los labios en una mueca de desprecio. Y luego añadió
-Por cierto ¿ Cómo sigue lo de su expediente?
Fer salió algo perturbado de aquella reunión. Ciertamente, Locus era un gran pillo y estafador de primera linea que le producía repugnancia y asco. Pero el pillo sabía algo y su ayuda podría ser beneficiosa. Le preocupaba el giro que había tomado todo el asunto, en donde supuestamente estaba a punto de ser sancionado por una equivocación o malentendido, relacionando su nombre con el Profesor Alido. Ahora su futuro estaba en manos de funcionarios inescrupulosos, profesores enemigos y abogados incapaces y debía estar alerta y preparase para defenderse en todas las instancias. Según le contó Locus, la apertura de expediente es un proceso complejo y largo que puede durar meses o incluso años. Para incoar el expediente se nombra una comisión del Consejo de la facultad que maneja el caso, aportando las pruebas. Pero los procedimientos se complican con la intervención de otros entes, como el Consejo Jurídico asesor, un grupo de abogados expertos en los reglamentos, cuyas opiniones son respetadas.
Salió a la calle y comenzó a buscar su carro deambulando entre callejones. A veces se perdía, retrocedía y pasaba dos veces por el mismo sitio como en un laberinto. Finalmente lo encontró y los chicuelos le querían cobrar otro real por haberse pasado de tempo. Después de negociar con ellos, partió enseguida. Al momento vio por el espejo retrovisor como lo perseguía un carro negro de la Policía Judicial. Eran los tres tipos del Restaurante Napolitano, que ahora lo perseguían. Aceleró la marcha para deshacerse de ellos. En una calle chocó contra unos contenedores de basura y dañó la carrocería. Un poco más adelante, dio un giro en u en una calle doble vía, pero todo fue inutil. Fer recordó entonces haber visto una película famosa de 1968 llamada Bullitt, de persecuciones en las calles de Los Angeles. Steve McQueen manejaba un Mustang GT, fastback a toda velocidad perseguido por un Shelby Cobra con motor de 5.2 litros o la cosa era al revés. Esto le dio animo y trato de recordar algunos trucos. La persecución continuo por calles y avenidas de Tunyah, hasta que los tres sapos se detuvieron en un café. Despues de vagar por la ciudad sin rumbo fijo, Fer entró en el garaje del Apolo 11. El mecánico ya era conocido, lo mando a pasar y luego empezó a reparar su auto.
















